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Foto del escritorJacqueline van Paassen

El síndrome de burnout

Ni los sistemas de trabajo, ni los procesos de organización, ni los programas informáticos. Son las personas, y sus comportamientos, quienes realmente ofrecen resultados a una empresa. Pero… ¿cómo abordar el coste emocional y económico cuando un lugar de trabajo nos consume?


Hace unas semanas, asistimos a una videoconferencia, organizada por una empresa internacional, donde salió a relucir un programa de bienestar dirigido a dos altos ejecutivos que se encontraban al borde del burnout. Al finalizar la reunión, el responsable de Recursos Humanos de la compañía sentenció: "El programa tiene mucho potencial, pero las sesiones individuales que propones deberán realizarse durante los fines de semana. Entre semana, no hay tiempo".


Lamentablemente, la solución de algunos empresarios para abordar el problema que supone el burnout durante "los fines de semana" o en seminarios sobre buenas prácticas es bastante frecuente. Y, pese a que la pandemia ha incidido en la importancia de procurar el bienestar mental y físico en el trabajo, la presión del empresario de hacer frente a las repercusiones financieras y operativas que ha supuesto la COVID-19 en las empresas ha provocado, además, que aumente la necesidad de que el trabajador se esfuerce más, no menos.


Sin embargo, hay que ser consciente de que una plantilla ya agotada emocional y mentalmente no aumentará la productividad o el rendimiento si recibe más presión. Todo lo contrario. Un líder agotado no sólo provoca efectos adversos en la productividad, sino también en la innovación, el compromiso de los empleados, la rentabilidad, la capacidad de recuperación de la empresa y la retención del talento.


Pero… ¿por dónde debemos empezar para enfrentarnos a este problema? En primer lugar, habría que valorar hasta qué punto estamos burned out. Y los datos nos permiten ver la magnitud del problema. En una reciente encuesta a nivel internacional, Catalyst descubrió que el 92% de los trabajadores está experimentando burn-out a causa del estrés relacionado con su lugar de trabajo, a sus experiencias laborales provocadas por la Covid-19 y/o debido a sus vidas personales.


Más datos. Como apunta el informe anual 360º Wellbeing Survey 2020, elaborado por Cigna, el 74% de los trabajadores españoles afirma vivir inmersos en una cultura laboral "always on". Por su parte, el portal Stalista publicó también otra encuesta que refleja que el porcentaje de personas que han experimentado o se han sentido burned out en Europa varía entre el 45-66%, mientras que en España se sitúa en el 51%.


Y este síndrome resulta especialmente alarmante en el caso de los profesionales de la salud debido al efecto ocasionado por la COVID-19, ya que, en este sector, el porcentaje de médicos, por ejemplo, que afirma estar agotado se ha duplicado, alcanzando ya el 60%, cifra que, antes de la pandemia, se encontraba en la mitad: 30%, según constata la Fundación Galatea.


A la hora de buscar soluciones, hay que recordar que la excesiva carga de trabajo es sólo uno de los factores que influyen. Y es que el burn-out tiene que ver tanto con el lugar de trabajo como con el individuo. Las elevadas exigencias del trabajo, el escaso control, la injusticia, un conflicto de valores y el desequilibrio entre esfuerzo y recompensa son importantes factores de riesgo. Pero conviene no olvidar que la incertidumbre durante la pandemia y las posibles consecuencias de cara al futuro, junto con la ruptura de la comunidad, la incapacidad de pasar el conveniente tiempo con las personas que nos importan, nos ha hecho, en estos tiempos, especialmente susceptibles a este síndrome.


El burn-out y la edad


Sí, la pandemia de la COVID-19 no ha hecho más que agravar la situación, aumentado, además, los niveles de burn-out en todos los grupos de edad, como índica el Indeed Study, publicado en abril de este mismo año. Por ejemplo, los Baby Boomers (nacidos entre 1946-1964) muestran un incremento del 7% respecto a los niveles anteriores a la pandemia, pasando del 24% hasta el 31%. Y un 54%, más de la mitad, de los Gen-X (nacidos entre 1965-1980) están actualmente burned-out, lo que supone un aumento del 14% respecto al 40% del año pasado.


El coste económico del burn-out


Las empresas se enfrentan actualmente a una crisis de burn-out de los empleados que está costando más de 100.000 millones de euros al año tan solo en Europa, según diferentes investigaciones. Por un lado, se encuentran los costes empresariales asociados a la falta de atención a los problemas de salud mental y física de los empleados, que provocan un impacto económico de cientos de miles de millones de dólares, debido a la disminución de la motivación y la productividad laboral, el aumento de las bajas por enfermedad o la mayor rotación de personal. Unos costes elevados que, por otro lado, también tienen que asumir las personas que necesitan recuperar su salud y bienestar y tienen que hacer frente a la consecuente tensión financiera y familiar.


Como señalábamos antes, el burn-out es un problema de todos. Y la cultura de la empresa, los factores individuales y el liderazgo desempeñan, por tanto, un papel importante en la construcción de organizaciones saludables. Un factor que, además, tiene repercusión en el balance de las empresas, ya que diferentes investigaciones han demostrado que los trabajadores que se sienten atendidos y valorados rinden más. Pero… ¿Qué pueden hacer las empresas? Estas son algunas recomendaciones:


  • Predicar con el ejemplo. Es importante que el equipo directivo muestre un compromiso serio y visible con este problema y sean un referente para sus trabajadores. Y en este sentido los profesionales de RRHH tienen un especial protagonismo. Unos profesionales que han estado en el centro de la respuesta de la empresa a la pandemia y ahora deben seguir soportando el peso de la responsabilidad del bienestar de las personas en un clima de recesión y alto desempleo.

  • Involucrar a su gente. La salud y el bienestar deben formar parte de la estrategia e integrarse en toda la empresa. Y quizás es hora de preguntarse: ¿Cuenta la empresa con un grupo de defensores del bienestar, formado por voluntarios con el entusiasmo necesario para ayudar a impulsar dicha estrategia?

  • Identificar los principales riesgos para la salud. Y para ello hay que conocer las necesidades reales de los trabajadores. En este sentido, convendría resultar que durante la pandemia de Covid, alrededor del 96% de las empresas de todo el mundo proporcionaron recursos adicionales de salud mental a los empleados, algo, sin duda, importante, aunque sólo uno de cada seis empleados dijo sentirse apoyado. ¿Qué ha ocurrido?

  • Educar a la gente a la hora de reconocer las causas del burn-out. Para ello, hay que crear políticas en el lugar de trabajo que mejoren la salud y el bienestar, y plantearse después: ¿se han concebido dichas políticas "a prueba de burn-out"? El informe Aon Global Wellbeing Report 2021 muestra que tan sólo alrededor del 55% de las empresas en España tienen un programa de bienestar en marcha. Y la encuesta indica que una de las principales barreras para no invertir en el bienestar de los empleados radica en que las empresas no saben cómo incluirlo en su estrategia (48%). El remedio pasaría por contratar una empresa externa que sirva de apoyo en la creación de un protocolo de bienestar que esté alineado con la estrategia corporativa.

  • Aumentar la concienciación. Un seminario impartido por profesionales cualificados sería un buen comienzo y aumentaría la concienciación, pero si la empresa busca tomarse en serio el bienestar de sus empleados, tiene que plantearse un programa más amplio y duradero.

Ahora, sin duda, es el momento de invertir en nuestra gente. Todos ganamos. Y conviene no olvidar las palabras de Simon Sinek: “Cuando la gente invierte económicamente, quiere un retorno. Cuando se invierte emocionalmente, la gente quiere contribuir”.


Jacqueline van Paassen & Iain Bainbridge














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